4 de noviembre 2023
Mateo 7:7 “Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá”
Vivimos tiempos de incertidumbre donde todos necesitamos tener certezas, donde la falta de estas nos lleva a un estado de profunda angustia y que muchas veces el hombre se deja llevar en los brazos de la depresión. Orar es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo. No para decirle a Dios lo que somos, sino a fin de capacitarnos para vivir en un constante proceso de fe. La oración no baja a Dios hasta nosotros, sino nos eleva hasta él. Cuando Jesús estuvo en la tierra enseñó a sus discípulos a orar, les dio una guía algo así como una fórmula. Ahora, ¿cómo se puede definir la oración?, podríamos definirlo como el acceso a lo divino y a lo sobrenatural, es la forma de alcanzar respuestas a las necesidades más profundas de la humanidad, es la acción de fe que aquieta el alma en las circunstancias más difíciles y adversas que el cristiano puede atravesar, y esta no es una habilidad natural, más bien es aprender a depositar confianza en las manos de Dios.
La oración nos lleva a enfatizar la acción y persistencia, donde por medio de esta nos aferramos a Dios y a sus promesas. Jesús mismo, oraba muy a menudo, él se identificó con nuestras necesidades y conocía de nuestras flaquezas e imploró de su Padre las fuerzas que necesitaba para confrontar el deber y la prueba. Él es nuestro ejemplo en todo, es el hermano en nuestras debilidades, “Tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15), pero él rehuyó el mal y soportó conflictos y torturas de alma en un mundo de pecado.
Amados que nuestra necesidad permita Crear Puentes de fe y confianza en un Dios que nunca nos ha fallado.
REFLEXIÓN
La promesa es amplia e ilimitada y es fiel el que lo prometió, y aunque no recibamos exactamente lo que pedimos o en el tiempo que lo pedimos, debemos creer que el Señor nos oye y que contesta nuestras oraciones.
Sean muy bendecidos. (Aarón Sánchez)
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